El «restyling» de una marca

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Una marca es como una caja de cartón vacía que se va rellenando con principios y valores a la que se le coloca una etiqueta, con una imagen gráfica (anagrama) y un nombre (logotipo), asociada a ese contenido.

Muchos son los términos en español, y sobre todo en inglés, que se emplean para nombrar los diferentes elementos y procesos que intervienen en la creación y en el desarrollo de una marca. Simplificaremos empleando el término «marca» tal y como lo define el diccionario de la RAE en su primera entrada: «Señal que se hace o se pone en algo para distinguirlo, o para denotar calidad o pertenencia».

Así pues, la marca es el elemento clave y diferenciador que permite al consumidor identificar una compañía o un producto frente a la competencia. Su identidad visual es, por lo tanto, una potente herramienta transmisora de información que debe de dejar bien claro lo que es y a lo que aspira.

En el transcurso de la vida de una entidad, empresa, firma o producto es más que probable que su identidad visual necesite una transformación que aporte frescura y un nuevo atractivo. En toda marca que lleva ya instaurada cierto tiempo, es aconsejable realizar un proceso de actualización gráfica, teniendo presente la evolución y las tendencias del momento. El rediseño o «restyling» es por tanto una actualización basada en la imagen primigenia, con el fin de que la recuerde conservando su esencia y filosofía. Hoy en día existen numerosos ejemplos de marcas de todo tipo que han optado por este proceso (Apple, Pepsi, Danone, Renault, Generalitat Valenciana…).

En los últimos tiempos, en la evolución de las identidades gráficas de las grandes compañías, se constata una tendencia a la simplicidad, a la pulcritud, al equilibrio, apostando por soluciones de diseño más lineales, ordenadas y minimalistas que refuercen su presencia, prescindiendo de cualquier elemento que suponga distorsión.

Una de las razones principales de este cambio es la adaptación a los requerimientos de internet. En el contexto actual donde el principal escaparate es el digital, cada vez es más necesario disponer de una marca «omnicanal», es decir, de una imagen bien visible y legible en las múltiples pantallas y tamaños de los diferentes dispositivos, para el uso de las redes sociales y demás aplicaciones digitales. Eso sí, aunque todo puede llegar a valer, es recomendable establecer una serie de límites que eviten la estandarización y garanticen la diferenciación.